domingo, julio 03, 2016

Nina Simone por Sam Shepard






Yo solía llevarle cubitos a Nina Simone. Ella me trataba siempre de forma encantadora. Me llamaba “guapo”. Le llevaba toda una enorme bandeja de plástico gris llena de hielo para enfriar su Scotch.

Ella se arrancaba su peluca rubia y la arrojaba al suelo. Debajo, su verdadero pelo era corto, como una oveja negra recién trasquilada. Se quitaba las pestañas y las pegaba al espejo. Sus párpados eran gruesos y los llevaba pintados de azul. Siempre me hacían pensar en una de aquellas Reinas Egipcias que salían en el National Geographic. Tenía la piel brillante de tan húmeda. Se enroscaba una toalla azul al cuello y luego se inclinaba hacia adelante y apoyaba los codos en las rodillas. El sudor le resbalaba por la cara hasta caer y salpicar el suelo rojo de cemento, entre sus pies.

Solía terminar su actuación con “Jenny pirata”, la canción de Bertold Brecht. Siempre cantaba esa canción con una grave voz penetrante y vengativa, como si ella misma hubiera escrito la letra. Su actuación apuntaba directamente a la garganta de su público de blancos. Luego apuntaba al corazón. Luego apuntaba a la cabeza. En aquellos tiempos estos disparos eran un balazo mortal.

La canción de su repertorio que me dejaba verdaderamente paralizado era “You’d Be So Nice to Come Home To”. Siempre me dejaba helado. A veces la oía mientras estaba en la sala, recogiendo vasos de Whiskey Sour, y ella iniciaba aquel tremendo terremoto pianísimo, con su voz fantasmal serpenteando hasta elevarse por encima de los acordes que se amontonaban poco a poco. Mis ojos subían directamente al escenario y mis manos seguían trabajando.

Un día tiré una vela mientras ella estaba cantando esta canción. La cera ardiente se derramó en un traje de ejecutivo. El director me llamó a su oficina. El ejecutivo estaba también allí, con sus pantalones manchados con un reguero de cera endurecida. Parecía que acababa de correrse. Esa noche me despidieron.

Afuera, en la calle, todavía me llegaba su voz desde el otro lado de las paredes de cemento: “You’d be Paradise to come home to”."



28/9/80
San Francisco, Ca






en Crónicas de motel, 1982



























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